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La mayoría de las personas que conozco y tienen pueblo, hablan con cariño y añoranza de los recuerdos positivos que viven en el mismo; ¿Por qué tenemos estos sentimientos?
Mi pueblo, Mataluenga, es donde nacieron mis abuelos y antepasados, donde mi familia ha pasado gran parte de su vida, y donde yo también he vivido y aprendido muchas cosas, que en algunas ocasiones no me enseña la ciudad.
En Mataluenga he conocido a mis amigos y amigas, con los que he disfrutado de uno de los mejores momentos del año, las vacaciones.
Cuando pienso en mi pueblo, vienen a mi mente muchos recuerdos que me hacen sonreír.
Me acuerdo de muchas cosas, como por ejemplo, cuando empecé a andar en bicicleta, aterrizando alguna vez en las ortigas y aprendiendo a base de volver a levantarme, las carreras con la BH (salta baches) o la Orbea (que no se estropea)…, las fantásticas chanclas de goma, con las que cogíamos renacuajos en los regueros y no importaba llegar a casa mojado, las tardes recogiendo moras, las excursiones a la picureta para hacer nuestra caseta, los ceniceros de arcilla recién cogida del monte, los días soleados en los que salíamos reblandecidos del rio, las carreras jugando a “tres navíos” y “beso o patada”, las noches de lluvia de estrellas, los caballos trotando de un prao a otro, la tranquilidad de las vacas por nuestras calles, las amistades y “enemistades” con los niños de otros pueblos….
Y los años iban pasando y luego llegó la bici de montaña (o mountain bike), ya pasábamos del rio a la piscina, la visita en bici al mercadillo de Carrizo, las tardes ideando nuestras carrozas y disfraces, la Discoteca Móvil y las fiestas de los pueblos, las primeras escapadas a Discar y Va-Benne, el juego del O-kalimotxo, y nuestros “primeros amoríos de verano”…
Y un día tras otro, llegó el coche, y con él la independencia y la autonomía, y de corretear por nuestras calles pasamos a tapear por los bares, a disfrutar juntos de largas partidas a las chapas en Semana Santa, las cenas de la tasca, de mesas interminables con la llegada de “los novios/as de…”, las escapadas de casa rural, las despedidas de soltero/a, y de actividades juntos y juntas…
Y al final pienso, que pase el tiempo que pase, seguimos compartiendo nuestras vacaciones y días de descanso. Y espero que sigamos, y que además, los hijos e hijas de todos y todas sigan disfrutando tal y como lo hemos hecho nosotros y nosotras en nuestro pueblo, el que nos ha visto crecer y del que guardamos tan buenos recuerdos: MATALUENGA.
SANDRA.